que vuelva la realidad
A la raíz
Que vuelva la realidad
La imagen está ya muy vista. Parece que los marketineros vuelven a la palabra. Un hotel ovetense snob y aseptizado recoge en sus cristaleras un amplio texto que bla, bla, bla, sobre el tiempo, la comodidad, el descanso… sucedáneos verbalizados de hogar para el desarraigado que vive en estos no-lugares. En su entrada, una cafetería ovetense suelta un largo bla-bla, sobre las maravillas del café como estilo de vida urbanita. El McDonalds de la T4 en sus paredes bla-bla y miente sobre cómo vive una gallina, una lechuga, un tomate… buena vida de balneario llevan los seres que descansan en las hamburguesas. El catálogo de IKEA resignifica el “operaismo” italiano y el 68 e inunda buzones de bla-blas de creatividad, de tiempo para la vida… Es todo como para darnos un aire de lentitud, ya los veo a esos marketineros diciendo en plena tormenta de ideas: “La gente necesita pararse, reflexionar, redescubrir la lentitud, démosle trocitos de textos con letra cartilla Rubio y regalarán un trocito de su tiempo a nuestro producto. La imagen es muy rápida, démosle palabras lentas”. Ya, son muy listos, se dan cuenta de que la imagen esta muy vista y una historia bien contada narcotiza y vende. En las elecciones estadounidenses los cuentiquinos, la ficción palabrera fue rescatada por propagandistas story-tellers republicanos. Pierde el bus, llega tarde al trabajo para pararte a leer nuestro mensaje. Pararse a leer discursos en las paredes de la ciudad enervante debería ser sólo un acto para la disidencia, pero los marketineros fagocitan todo lo que la multitud crítica revuelve para sobrevivir. Ahora los manifiestos para la desobediencia civil están en el catálogo de IKEA. Vuelve la palabra, pero cuando será, por Dios, que vuelva la realidad a poner en su sitio a estos creativos del capitalismo. ¿Cuándo?
Que vuelva la realidad
La imagen está ya muy vista. Parece que los marketineros vuelven a la palabra. Un hotel ovetense snob y aseptizado recoge en sus cristaleras un amplio texto que bla, bla, bla, sobre el tiempo, la comodidad, el descanso… sucedáneos verbalizados de hogar para el desarraigado que vive en estos no-lugares. En su entrada, una cafetería ovetense suelta un largo bla-bla, sobre las maravillas del café como estilo de vida urbanita. El McDonalds de la T4 en sus paredes bla-bla y miente sobre cómo vive una gallina, una lechuga, un tomate… buena vida de balneario llevan los seres que descansan en las hamburguesas. El catálogo de IKEA resignifica el “operaismo” italiano y el 68 e inunda buzones de bla-blas de creatividad, de tiempo para la vida… Es todo como para darnos un aire de lentitud, ya los veo a esos marketineros diciendo en plena tormenta de ideas: “La gente necesita pararse, reflexionar, redescubrir la lentitud, démosle trocitos de textos con letra cartilla Rubio y regalarán un trocito de su tiempo a nuestro producto. La imagen es muy rápida, démosle palabras lentas”. Ya, son muy listos, se dan cuenta de que la imagen esta muy vista y una historia bien contada narcotiza y vende. En las elecciones estadounidenses los cuentiquinos, la ficción palabrera fue rescatada por propagandistas story-tellers republicanos. Pierde el bus, llega tarde al trabajo para pararte a leer nuestro mensaje. Pararse a leer discursos en las paredes de la ciudad enervante debería ser sólo un acto para la disidencia, pero los marketineros fagocitan todo lo que la multitud crítica revuelve para sobrevivir. Ahora los manifiestos para la desobediencia civil están en el catálogo de IKEA. Vuelve la palabra, pero cuando será, por Dios, que vuelva la realidad a poner en su sitio a estos creativos del capitalismo. ¿Cuándo?
1 Comments:
Tus palabras son antídoto y alimento. El silencio es una rebelión o un sistema, las palabras son una rebelión o un sistema, las imágenes son una rebelión o un sistema. Incluso el instinto es una rebelión o un sistema, el sexo, la muerte son sujetos publicitarios. Tus palabras no son ni rebelión ni sistema, son una forma de vida en este lugar de plástico, asfalto y oropel.
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