mafiosos, fartones y babayos
A la raíz
Mafiosos, fartones y babayos
En España se construye tanto como en Alemania, Reino Unido y Francia juntos. En el 2004 España fue el país del mundo que mayor engrosó su lista de nuevos ricos. No hay mafioso que no lave su dinero con ladrillos, fartón que no juegue al Monopoly con sus miserias, ni babayu que quiera vivir de alquiler o en un una casina vieja. Así que entre mafiosos, fartones y babayos, la famosa ardilla que antes cruzaba España de árbol en árbol hoy lo hace de grúa en grúa. Los concejales de urbanismo se reúnen a puerta cerrada con los constructores para luego celebrarlo en los mejores prostíbulos. Lo sé por diversas fuentes. Por fuentes respetables y fuentes ilegales (es decir, por cognitarias del ladrillo y por prostitutas). Los de abajo, los explotados desclasados hipotecados hasta el ADN, imitan a los de arriba pagando sus 16.000 eurillos en negro hasta en pisos concertados y celebrando sus cenas de empresa en lupanares más baratos. Pero la famosa burbuja inmobiliaria sólo explotará en los hogares hipotecados de los de abajo. Económicamente vivimos en una nube de pedos y el metano es inflamable. Una amiga brasileña me decía con misterio que su marido estaba endeudadísimo, deduje que sería por drogas o juego, pero no, eran el piso y el coche los que lo tenían atrapado. Le dije que era normal, que así estaba media España. Esta mirada brasileña nos ilumina: en voz baja y con vergüenza deberíamos decir: “Estamos todos endeudados”. No hay riqueza real y quienes de verdad saben de economía ya hacen novenas a la virgen de los Desamparados, de los Homeless autóctonos que pronto inundarán las ciudades. Cuando explote la burbuja se deberían llevar sus buenas hostias los especuladores, pero éstos ya cuentan con empresas propias de seguridad. Los babayos abandonarán las sidrerías, los quarks y el tunning, y las prostitutas se irán a ganar el pan a otro país (no les importará, son las mochileras del Sur). Y como las llantas de aleación, el césped y las cocheras no se comen vamos a picar horas extras el asfalto por ver si de debajo de él sacamos la huerta. Ramón Fernández Durán dice que si algún tejido sano queda de este cáncer constructor que recorre el país, no importa, pues la metástasis llega al campo, que hay que colocar cemento donde sea, en el lecho de un río, en una duna o en un bosque. La tecnoesfera está en guerra con la biosfera. Los nuevos ricos compran chalets de ocho en ocho en Asturias, hasta convertir el paraíso natural en un paraíso canceral. Antes se vendía sol, ahora se vende agua, Asturias entonces se pone de moda. Toca explotarla hasta hacer de ella otro desierto como se hizo con el Levante; los alemanes, ávidos de naturaleza, venían a las playas salvajes de España a relajarse, pero la biofilia urbanita arrasó con el paraíso. Que a los mafiosos y fartones se les atragante con cemento el hígado, toco madera para que así sea.
Mafiosos, fartones y babayos
En España se construye tanto como en Alemania, Reino Unido y Francia juntos. En el 2004 España fue el país del mundo que mayor engrosó su lista de nuevos ricos. No hay mafioso que no lave su dinero con ladrillos, fartón que no juegue al Monopoly con sus miserias, ni babayu que quiera vivir de alquiler o en un una casina vieja. Así que entre mafiosos, fartones y babayos, la famosa ardilla que antes cruzaba España de árbol en árbol hoy lo hace de grúa en grúa. Los concejales de urbanismo se reúnen a puerta cerrada con los constructores para luego celebrarlo en los mejores prostíbulos. Lo sé por diversas fuentes. Por fuentes respetables y fuentes ilegales (es decir, por cognitarias del ladrillo y por prostitutas). Los de abajo, los explotados desclasados hipotecados hasta el ADN, imitan a los de arriba pagando sus 16.000 eurillos en negro hasta en pisos concertados y celebrando sus cenas de empresa en lupanares más baratos. Pero la famosa burbuja inmobiliaria sólo explotará en los hogares hipotecados de los de abajo. Económicamente vivimos en una nube de pedos y el metano es inflamable. Una amiga brasileña me decía con misterio que su marido estaba endeudadísimo, deduje que sería por drogas o juego, pero no, eran el piso y el coche los que lo tenían atrapado. Le dije que era normal, que así estaba media España. Esta mirada brasileña nos ilumina: en voz baja y con vergüenza deberíamos decir: “Estamos todos endeudados”. No hay riqueza real y quienes de verdad saben de economía ya hacen novenas a la virgen de los Desamparados, de los Homeless autóctonos que pronto inundarán las ciudades. Cuando explote la burbuja se deberían llevar sus buenas hostias los especuladores, pero éstos ya cuentan con empresas propias de seguridad. Los babayos abandonarán las sidrerías, los quarks y el tunning, y las prostitutas se irán a ganar el pan a otro país (no les importará, son las mochileras del Sur). Y como las llantas de aleación, el césped y las cocheras no se comen vamos a picar horas extras el asfalto por ver si de debajo de él sacamos la huerta. Ramón Fernández Durán dice que si algún tejido sano queda de este cáncer constructor que recorre el país, no importa, pues la metástasis llega al campo, que hay que colocar cemento donde sea, en el lecho de un río, en una duna o en un bosque. La tecnoesfera está en guerra con la biosfera. Los nuevos ricos compran chalets de ocho en ocho en Asturias, hasta convertir el paraíso natural en un paraíso canceral. Antes se vendía sol, ahora se vende agua, Asturias entonces se pone de moda. Toca explotarla hasta hacer de ella otro desierto como se hizo con el Levante; los alemanes, ávidos de naturaleza, venían a las playas salvajes de España a relajarse, pero la biofilia urbanita arrasó con el paraíso. Que a los mafiosos y fartones se les atragante con cemento el hígado, toco madera para que así sea.
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