Monday, April 16, 2007

Madresdeputa

Dos insultos nos vertebran desde la infancia: maricón y puta (bollera no hiere tanto). Para saber las razones antropológicas, estúdiese feminismo. El primero va perdiendo categoría de insulto, pero hasta que, por lo menos, no se celebre el “Día del Orgullo Puta”, el segundo funcionará años. Que la prostitución sea una profesión, no un estigma: muchas mujeres nos hacen ver que, puestas a humillarnos, poca diferencia hay entre unos trabajos y otros. Camarera, 700 euros, 12 horas, jefe manoseando. Ciertas abolicionistas de derechas pretenden acabar con la prostitución y contratan a internas por 700 euros al mes, el precio de un bolso de Loewe que pagan sin objeción de conciencia. Y yo comparto con esas hipócritas la palabra, yo también soy abolicionista. Soy abolicionista de un capitalismo que impide a las personas quedarse en su tierra y las obliga a mover el culo, y soy abolicionista de Patrix, que lleva siglos haciendo de las mujeres el abajo y denigrando el abajo cuando es el abajo el que da comida (humus, humilladas) Por ello, soy abolicionista de la prostitución, pues sin patriarcado y sin economías y estados opresores, en el planeta piruleta, la prostitución no daría tanto trabajo. Yo también soy abolicionista, mientras ser algo sea un fácil acto de habla, una emisión de comunicados y pegatinas hasta que venga la realidad a exigirnos manos. Podemos sumar “istas” a nuestro ideario como quien suma signos zodiacales a su perfil: aries, mona, majuelo... Pero nada nos asegura que de reproducirnos nuestras hijas no sean también prostitutas. Nada. En este sistema económico que es una bombona abierta de butano, el día en que encendamos la luz volarán nuestras hijas por los aires y acabarán a muchos kilómetros haciendo la calle. Será entonces cuando, educadas como estábamos en el hijasdeputa, pasen a llamarnos madresdeputa.

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