Tuesday, June 10, 2008

Mear

La sangre tiene un límite, cada cuatro meses se renueva. Las células madre hematopoyéticas, las hacedoras de sangre que viven en la medula ósea, renuevan los glóbulos rojos ya incapaces de transportar oxígeno. Las células del hígado cambian cada 15 días. Porque el cerebro optimiza la energía, neurona que no se conecta, se elimina. La esteticién te ha exfoliación del rostro las células muertas, pero tú sigues ahí, con la misma cara de imbécil y de demócrata de toda la vida, porque células madre han sustituido a las exfoliadas.
No somos ni sombra de lo que éramos, nunca nos bañaremos celularmente dos veces en el mismo río. Estas renovaciones se hacen de noche y los restos van a parar a los riñones, que es el orín.
Cada mañana orinamos intensamente trozos de nosotras mismas, se nos va el devenir por la taza del váter. Cada meada debería ir acompañada de una ceremonia del adiós. La que era ayer, la neurona que no se conectó a tiempo, que no produjo pensamiento, visión, que no produjo herzios, es neurona que se mea. Nuestra orina lleva anticipos y fracasos de pensamientos, palabras, obras y omisiones.
Marcar el terreno con pis es marcarlo con nosotras mismas, con restos de nuestra sangre, hígado, cerebro… Restos oxidados por la vida, porque tras cada bocanada de oxígeno la oxidación celular nos avisa de que el ser es decrecer. Sangres, pulmones, hígados, cerebros convertidos en urea, en orín, en luminoso óxido que tiñe el agua. No debería mezclarse el pis con hormonas, medicamentos, dioxinas ni demás progresos. Nos despedimos cada mañana de aliens que han ocupado nuestros ríos internos y que derivan en ríos externos llenos de peces mutantes y ranas hermafroditas. Veamos cómo meamos y no cómo votamos. Nadie aguanta cuatro años sin mear. Mear es sagrado.

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