Monday, June 25, 2007

receta infalible contra el cáncer

Y un día charlamos y os explico la receta anterior, son cosas importantes amiguinas. Tenéis que saber qué os generaría tanto bienestar, tanto palcer, tanta felicidad que haría de vuestro sistema inmunológico una castillo inabordable. Tenéis que tener varios momentos de esos al menos en un año, que si no, váis por mal camino. Yo supe aquel día, el día de la caminata con enorme cascada como grial, que esa era mi sencilla receta de necesitar curarme. Tenéis que tener la vuestra, coño, no podeís delegar. Otro día os pongo más recetas de estas de buen rollo.

4 Comments:

Blogger laloca said...

Me encantan tus recetas. Yo ya tengo la mía. Y espero que la gente sepa a qué te refieres. Es una pena que no tengas un foro más amplio. Lo que tú vales, nena. Besitos.

12:50 PM  
Blogger 5181553 said...

Saber que existes dentro del mundo es la única receta posible contra perder la esperanza, contra pensar que todo se va a ir a la mierda. Siempre en mi camino, como una estrella o un planeta que brilla mucho.
Un abrazo.

2:28 PM  
Blogger Ramona said...

Siguiendo, como no, tus consejos, nos mudamos al buen rollo, a los aloes vera y al sentido del humor.
Que el feminismo nos pille confesadas: http://blogs.ya.com/ratonucafeminista/

12:22 PM  
Blogger Grace en el País de Las Maravillas said...

Aquí te dejo el poema de Roger Wolfe del que te hablé, porque no tengo tu email. Que lo disfrutes...

ME PERMITE

«Soy yo. Estaba por aquí
abajo.
Invítame a un café.»
«Estoy un poco liado.»
«Es igual. Tú sigues
con lo tuyo y yo hablo
de lo mío
con tu mujer.»
Ji ji ji.
Qué gracia.
Y para cuando quieres
darte cuenta
la has cagado
una vez más.
«Sube, anda.
Me estaba haciendo falta
descansar cinco minutos...»

Las más elementales faltas
de educación
son las que más me han desarmado
siempre. El proverbial
«Me permite...».
Te lo sueltan
con la delicadeza
de un revólver
clavado en las costillas.
Perdone.
Me permite.
¿Puedo?
¿Molesto?
¿No te importa?
En absoluto.
Cómo me va a importar.
Y abres la puerta.
Y entran en tu casa.
Y se comen tu comida.
Y se fuman tu tabaco.
Y se beben
tu café.
Y si no se follan
a tu esposa
y le dan por saco
al perro
es por pura
casualidad.
Dos horas más tarde,
se levantan
se limpian la boca
de la jeta
y se rascan
la del culo,
eructan,
encienden un cigarro,
se meten tu mechero
en el bolsillo,
te dan un espaldarazo
y se van.
Silbando
tan alegremente
como el que sale
de una barbería.
Y tú te quedas
boquiabierto
y derrotado
en medio del desastre
y te acuerdas de su madre,
y de la tuya.
De cómo coño
pudo ser
que entre tantas cosas
inservibles
se olvidara de enseñarte
la más fundamental:
cómo cojones
decir que no.

10:51 AM  

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