Monday, April 16, 2007

Memento

Sabiamente borramos de la memoria nuestra apariencia juvenil porque así al mirarnos cada día no nos deprimimos. Nuestros propioceptores se actualizan constantemente y así nos reconocemos en presente ante el espejo. No recordar de continuo la lozanía juvenil es adaptativo, pero se ven demasiadas fotos de juventud, continuos memento mori, memento arrugas, flaccidez, acritud… El cerebro está entrenado para la desmemoria física, pero la captura de instantáneas del pasado le recuerda lo que él ya había olvidado. Memento, memento, que ahí están las fotos, tonifícate que ya no hay quien te reconozca. Ecología visual, dejar trozos de pasado por todos los rincones puede provocar malestares cotidianos. Al margen de cuestiones de más enjundia moral (¿imágenes violentas sí o no?), al yo juvenil apresado en fotos es mejor esconderlo o no llegar a producirlo. Esas imágenes nuestras del pasado, sumadas a imágenes nuestras ideales (revistas, maniquís y anuncios posthumanos), harán que la mente sufra cada vez que el espejo le da presente y realidades. El uso a partir del XVI de mejores espejos y vidrios tuvo consecuencias que dieron para toda una Modernidad. Ventanas que piden más luz e higiene, autorretratos como reflejos, ciencias en las que el yo desparece para sólo observar a través de lentes, pulidores de lentes como el poliédrico Spinoza, egos aumentados o menguados a gusto del campo… Al margen de cuestiones de más enjundia antropológica, la aparición del espejo trajo más amargura por el paso del tiempo y mucho tópico poético. Lo que debió ser no haberse visto nunca, apenas reflejada en el agua, y pasar a verse en ubicuos espejos, lo que debe ser no recordarse de joven y pasar a verse de continuo en viejas imágenes propias y constantes imágenes juveniles ajenas. Lo que puede desencadenar todo esto, al margen de morales y antropologías.

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