Tuesday, June 10, 2008

Vietnam

La multinacional pionera en la venta de químicos para acabar con las babosas y los caracoles inició su andadura en la guerra de Vietnam. Dicha multinacional, hoy especializada en plaguicidas, herbicidas y transgénicos fabricaba armas químicas destinadas a asesinar vietnamitas. Una de esas armas consistía en un producto que al ser respirado por las gentes vietnamitas acababa con su sistema nervioso, es decir, morían porque se les envenenaba y colapsaba el cerebro rapidísimamente.
Pues bien, ese principio activo es el usado en los productos que echamos para que la babosa no acabe con la lechuga. Lo mismo que la multinacional usaba para matar vietnamitas, se usa para matar caracoles. Claro está la dosis disminuye, el cerebro de una babosa es menor que el de una vietnamita. Si bien a ojos del Capital, a ojos occidentales, la vida de una y de otra valían, valen, parecidito.
La obesidad moral de todos los occidentales que no degollaron en su día a los políticos que fomentaron la guerra de Vietnam nos está pasando factura. Sospecho que el auge del alzheimer en las sociedades opulentas se debe a que con cada verdura nos tragamos un poquito de lo que se tragaron en su día a mansalva las gentes vietnamitas. Día a día, en cada ensalada, en cada cocido de repollo ingerimos pequeñas armas biológicas destinadas en su día a acabar con cerebros vietnamitas. La justicia poética vuelve a hacer acto de presencia. Lo que se usaba para matar vietanimitas nos llega en pequeñas dosis en el plato bien surtido de cada día.
Nuestros alzheimers (más lentos y menos letales que los envenenamientos fulminantes a vietnamitas, eso sí) son sagrada, simbólica, retributivamente necesarios. Son como latigazos en la espalda que nos da el inconsciente inmunológico para expiar la culpa.
Sí, Satán existe, se llama Monsanto.

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